Hace unos días, cuando estaba construyendo mi Portafolio para este sitio web, noté que había varios proyectos que simplemente no quise publicar. A pesar de ser proyectos complejos y funcionales, no todos parecían cumplir con los requisitos para mostrarse como productos destacados, y me quedé pensando en qué tuve en cuenta para clasificarlos.
Producir Web, sugiere retos que van más allá de lo técnico y lo creativo. Un caso bastante frecuente es el manejo de expectativas, que como comenté en otro artículo suele alejar el producto final de la solución que tenía inicialmente definida; con saturación de colores, fotografías fuera de contexto y otros ajustes irrelevantes, el sitio o la tienda web termina siendo lo que mi cliente quería, pero no lo que sus clientes necesitan. Y después de un tiempo, como nadie compra en la tienda o no visitan el sitio como si fuera un Black Friday, resulta que la culpa es del diseñador/programador/como lo quieran llamar.
Como clientes, cuando contratan a un productor Web es porque buscan una solución de negocio, no un chofer de mouse.
Porque si me contratan para dar una solución basado en mi experiencia, es gratificante cuando recibimos elogios de personas relacionadas con el negocio cuando el sitio web sale al aire; pero son varios los casos en que el proyecto comienza con muy buenas ideas, y durante la ejecución va tomando una dirección extraña hasta llegar a un final desconcertante.
Porque está el otro lado de la moneda, y es que uno asume que el cliente sabe cómo vender su producto en cualquier contexto.
Por ende, tampoco se trata de asumir que si no se implementa como sugerimos, no va a funcionar. Los clientes conocen su producto y saben venderlo, independiente de si tenemos una mejor idea y de pronto no la entienden. Lo que es bueno destacar, es que si bien ellos conocen su producto nosotros sabemos cómo se desenvuelve en el medio digital, y este es un buen argumento para conciliar «solicitudes creativas inesperadas».
Para producir Web, no se necesitan tantos expertos como conciliadores.
Actualmente, ser experto tiene tanto valor comercial como ser Gurú o Coach, de manera que si hacemos un curso para volvernos expertos en un tema específico, podemos vender nuestros servicios como expertos a un precio más elevado. Sin embargo, yo puedo certificarme y declararme como experto en producción web con un curso y un par de sitios web realizados, o puedo tener una amplia carrera con cientos de sitios producidos, y no necesariamente presumir de mi experiencia.
Gran parte de los diagnósticos, sugerencias y propuestas que hago a mis clientes se basan en muchos años de crear, desarrollar y cancelar proyectos web de distintos tamaños; con lo cual, cuando se presentan situaciones donde puedo sugerir alternativas, es bastante el criterio detrás de mi intervención pero comprendo que al final el sitio web es de mi cliente, y hay casos en que simplemente debo tomar el mouse y poner «esa» foto donde me piden.
Lo bueno de tener mi propio blog es que tengo un espacio inspirador para desahogarme sutilmente.