Sobra decir que este artículo se basa en una experiencia real. Lo preocupante, es que sucede con más frecuencia de lo que parece.
Terminé de almorzar, y revisaba mi agenda de la tarde como cualquier día cuando recibo un mensaje que dice más o menos así:
«Hola Santiago, quería saber si ha considerado devolverme la plata del sitio web que finalmente no me entregó. Quedo atento.»
Y mientras soltaba una ligera y sarcástica sonrisa después de leerlo, confieso que la rabia empezó a ocupar más espacio del necesario y por poco le respondo como si fuera algo personal. Solo para dejar clara la situación, estos son los antecedentes:
- En el año 2018 el cliente me buscó para hacer su sitio web.
- Como era un conocido, le di una tarifa especial. Menos de la mitad de lo que vale un proyecto normal.
- Recibí el anticipo para iniciar el proyecto y le pedí lo mínimo que necesito para trabajar, que es el nombre de la empresa y lo que vende. Y si tiene la gentileza, el logo.
- Me encontré personalmente con el cliente en varias ocasiones, recordándole que debíamos comenzar el proyecto. Pasaron cuatro años y nunca me envió nada, hasta ahora que recibo este mensaje.
En teoría, no tenía por qué devolver la plata ya que el cliente compró una cantidad de tiempo que no utilizó. De esto es que quiero hablar.
Ya sea un producto o un servicio, cuando éstos se adquieren es responsabilidad de quien los compra hacer el uso de ellos como mejor le convenga. En el caso de un sitio web, digamos que convergen el servicio de gestión, y el producto final que es el sitio; si yo contrato a alguien y no lo pongo a hacer nada, así esa persona propone o no hacer algo, es mi responsabilidad. Es como si fuera al supermercado y devolviera medio mercado porque finalmente no me lo comí.
Ahora bien, que un cliente pague un anticipo para hacer su sitio web y desaparezca, es medianamente frecuente. Y en lo personal me sigue pareciendo un misterio.
Accedí a devolver el anticipo (a pesar de ser un completo imprevisto) por dos razones: Una, porque cobré tan poco por ese sitio que me sale más caro finalizarlo; y dos, porque no quiero ese tipo de clientes en mi operación.
La verdad, no es rentable desde ningún punto de vista que un cliente pague por un servicio y reclame después de tanto tiempo un resultado que no se pudo generar porque él mismo no proporcionó los recursos necesarios; pero confieso que en otros casos, cuando ha sucedido algo similar, he continuado con el proyecto porque el cliente ha reconocido su responsabilidad en el proceso y acordamos un escenario donde quedamos satisfechos.
Así que, a manera de consejo y de «buenas prácticas» para los que viven de crear o producir contenidos digitales al igual que yo, implementen cláusulas y términos de servicio para sus próximos proyectos; a menos que quieran crear un banco que no pague intereses.