Parte de los objetivos de crear un sitio web como herramienta para fortalecer mi marca personal, es crear un tipo de contenidos que respalde mi estilo de trabajo.
Hace años, tuve la idea de crear un blog de estilo de vida donde escribíamos sobre la experiencia de trabajar y vivir fuera de la ciudad. Se llamaba Aldeanos Digitales, y lo cerré porque no logré armar un equipo de redactores para seguir creando contenidos; tampoco quería continuar el proyecto solo, porque quedaría como un Ermitaño Digital, y no me representa.
Ahora que vuelvo a escribir, estoy creando otro enfoque: Menos consejos y más reflexiones sobre negocios digitales.
Sucede que tenemos la costumbre de vendernos, seamos independientes o empresas, como marcas intrépidas, altamente creativas, apasionadas y efectivas, para que los clientes nos escojan por encima de otras propuestas. Pero con el tiempo, y en especial en los últimos años cuando parece que el marketing digital se reduce a copiar y pegar contenidos de plantillas «ganadoras», siento que es importante trabajar en proyectos digitales con alguien que tenga experiencia, que tenga historias no tan buenas de referencia para no repetirlas.
No todos los proyectos son buenos, así los clientes queden satisfechos.
Muchos proyectos comienzan con grandes expectativas, y durante su desarrollo surgen varias situaciones que terminan comprometiendo el resultado final. Las más comunes son:
- No hay claridad en lo que se necesita. Muchos proyectos inician con el objetivo de «Quiero mostrar mi negocio y los servicios que ofrecemos», pero termina convirtiéndose en una plataforma de gestión de reservas, con tienda online y blog, por el mismo precio. Como claramente no es posible cumplir con tantas adiciones dentro del mismo presupuesto, al final queda la sensación de un sitio web incompleto. Y el productor como responsable.
- Pequeños ajustes que terminan cambiando el sitio por completo. Este es un caso recurrente, que me ha sucedido sobre todo como proveedor de agencias de marketing digital. Me entregan un diseño aprobado por agencia y cliente, y al poco tiempo piden ajustes menores; después de una reunión para revisarlos, básicamente hay que cambiar más de la mitad del sitio web en términos estéticos, y una cuarta parte de la funcionalidad.
- Proyectos estimados para realizarse en semanas, y duran meses, hasta años en un par de casos. Casualmente, tengo dos proyectos que iniciaron con una excelente línea de tiempo y compromisos claros para la entrega de contenidos, pero por razones que todavía no comprendo empiezan a dilatarse; después de varios meses (a veces años) aparece el cliente de repente, con urgencia de terminar el proyecto, sugiriendo sutilmente que la culpa es mía.
- El cliente quiere tomar las riendas del diseño y la comunicación. Al igual que otros servicios como la salud, la mecánica automotriz o la electricidad, contratamos expertos para que nos den soluciones a problemas. En términos de herramientas web, es común que los clientes quieran intervenir porque conocen su producto mucho mejor que uno, pero nosotros sabemos bien cómo debe comportarse su producto en un entorno como Internet. Cuando este concepto no queda claro, tarde o temprano nos convertimos en Choferes de mouse, dando como resultado un producto que la mayoría de veces no nos representa como productores.
Estas situaciones indican dos cosas: Que no todos los proyectos son buenos y no merecen ser destacados en un portafolio, y que no todos los proyectos son viables.
Yo sé que no parece buena idea, venderme como productor Web contando aspectos negativos de mi trabajo, pero siento también que es mejor ser objetivo y sensato a la hora de realizar un diagnóstico, para garantizar un resultado satisfactorio. Hoy en día, y quizás más que siempre, determinar qué se necesita para tener un sitio web exitoso es difícil, por el exceso de opciones y neo-expertos con propuestas que se limitan a generar muchas visitas y likes, pero no se hacen responsables por las conversiones (o ventas que llaman) a menos que se triplique el presupuesto.
El fin de semana, tuve una llamada con un prospecto de cliente que me decía «Es que no sabemos qué hacer con nuestro negocio» y le envié una propuesta (donde un sitio web no necesariamente era la solución, pero sí lo era). Hoy me escribió diciendo «Usted me está ofreciendo un sitio web por dos millones de pesos, y no es lo que necesitamos». Entonces sí sabe qué hacer con su negocio, pero de pronto no por ese precio.